miércoles, 5 de noviembre de 2008

AMÉRICA LATINA ANTE EL TRIUNFO DE BARAK OBAMA

AMÉRICA LATINA ANTE EL TRIUNFO DE BARAK OBAMA

Las elecciones del 04 de noviembre en EEUU derivaron en un resultado esperado: el triunfo de Barak Obama. Son muchas las expectativas que crea este acontecimiento político no sólo en los EEUU. Para los norteamericanos el 1er elemento evidente es el hecho de ser presidente un miembro de la minoría étnica más significativa, los afroamericanos. Obama rescata parte de los planteamientos políticos de dos de las fuerzas sociales más importantes en EEUU en la 2da mitad del siglo XX: el movimiento de derechos humanos de Martín Luther King y el movimiento de auto reconocimiento étnico de Malcom X. Ambos movimientos y sus líderes fueron reprimidos con rudeza y desaparecidos – o mejor dicho asesinados- sus mentores.

Obama ha utilizado – retóricamente- algunos de los planteamientos esbozados en la década de los 50 y 60 del pasado siglo XX por parte de estos movimientos sociales; pero les ha adicionado una propuesta refrescante de la política norteamericana más allá del señalamiento de la llamada cowboys politics (la política del vaquero), que sostiene la hipótesis de la agresividad wasp (blancos, anglosajones y protestantes en inglés) ante otros factores sociales que componen la sociedad norteamericana. El reto de Obama se manifestará en el comportamiento que asuma ante el stablisment y las relaciones de poder con la estructura económica y militar. Asimismo debe afrontar la recuperación de la economía norteamericana, luego de una desastrosa administración republicana que ha comprometido no sólo los intereses económicos de los EEUU sino del mundo capitalista.

Particularmente no tengo muchas expectativas de cambio en la política hacia América Latina. Lo que sí creo es que el fin de la política guerrerista puede abrir espacios al diálogo directo y a un redescubrir de los EEUU de sus vecinos más cercanos; más aun cuando la estrategia política de la administración Bush se tradujo en un progresivo desplazamiento de las fuerzas más conservadoras en las democracias en América Latina. El nuevo impulso de la izquierda, desde la más radical representada por Chávez hasta la más moderada ejemplificada en las actitudes de Lula y Bachelet, son una muestra del retroceso de la idea de democracia y el planteamiento de la reducción del Estado de Bienestar en el contexto actual. Obama deberá articular un nuevo tipo de relación que maneje el problema real del fin de la Doctrina Monroe, que ha significado la disminución de la presencia y la incidencia de los EEUU en el continente. A esa preocupación, habrá que adicionarle la mayor presencia – económica y geoestratégica- de Europa, particularmente Rusia, España y Francia en inversiones, apoyo y asesoría a gobiernos del área; eso sin contar la circunstancia que el “gigante dormido” –China- ha demostrado su interés en una mayor presencia en Latinoamérica.

Para Latinoamérica, Obama deberá asumir dos retos inmediatos: 1) la transición hacia una mejor relación con sistemas políticos y países ideológicamente distantes de los EEUU (Cuba, Nicaragua, Ecuador, Argentina, Brasil y Venezuela) y 2) recuperar los espacios perdidos como factor de poder hegemónico. Lo primero, demostrará que tan tolerante y efectiva puede ser su política de acercamiento para con esos países y gobiernos, aunado al efecto que pueda tener ese acercamiento con los factores de poder internos. Lo segundo, puede significar que se resemantiza el papel y las formas de tratamiento que adquiere el Departamento de Estado y los cuerpos de seguridad e inteligencia de los EEUU. Esto último tiene sus riesgos: para el stablisment puede entenderse esa acción como un peligro para los intereses del coloso del norte y pudiera presentarse una situación de inestabilidad y confabulación política, tales como las que sufrió John F. Kennedy en la década de los 60 y que terminó con su asesinato.

La posibilidad de un trato directo con personajes como Raúl Castro o el propio presidente Chávez quedan abiertos, sí tomamos como ciertas las aseveraciones formuladas por Obama en la campaña. Una visita a Cuba o Venezuela como parte de una agenda inicial puede constituir una sorpresa para el estilo diplomático de los EEUU y puede servir de base para contextualizar una relación menos conflictiva. Lo que afirmamos es que no creemos, ni confiamos en que la subida al poder de Obama signifique un cambio radical ni de la política, ni los intereses de EEUU en la zona; puede significar un trato menos confrontacional y más directo pero jamás de mayor coincidencia entre las posturas nacionalistas de los Presidentes Latinoamericanos y los propios planteamientos provenientes de los EEUU.

Finalmente, el triunfo de Obama puede traducirse en un rescate de lo político como ejercicio de virtud cívica y de reconocimiento de la diferencia. El hecho que el propio Obama sea asumido como una representación de minorías tradicionalmente maltratadas es una esperanza que debe ser considerada. Ya veremos lo que sucede, cómo sea se abre una compuerta de análisis y expectativas muy significativas para la interpretación política de la realidad.

Dr. Juan Eduardo Romero

Historiador

05/11/2008

Juane1208@gmail.com

El Pacto de Punto Fijo

En estos tiempos de convulsión democrática que experimenta Venezuela, hay un conjunto de historiadores e investigadores - cuya reputación académica no pongo en duda- que manejan la tesis de la exaltación del Pacto de Punto Fijo como modelo político de convivencia democrática. Sobre esa tesis planteo algunos elementos que sirvan, desde la teoría política, para la discusión.

En 1er lugar, el Pacto es un instrumento que se plantea en términos de una antropología de poder, es decir como un mecanismo a través del cual los factores asociados a la representación social del poder (grupos económicos, actores políticos, medios, fuerzas armadas) se aseguran una relación pura-coincidencia con la que preservan sus intereses y evitan al máximo la confrontación. Desde esta óptica no hay duda de la ubicación del Pacto de Punto Fijo en la búsqueda de asegurar la convivencia entre factores de poder que lo anhelaban desde el año 1941 cuando se crea Acción Democrática (AD). En 2do lugar, sí aceptamos que el pacto es un esfuerzo democrático por qué se produce la exclusión del Partido Comunista de Venezuela (PCV). Se alega que tarde o temprano el PCV atentaría contra la propia democracia. Evidentemente, las resoluciones del Comité Central del PCV así lo demostraron, pero muy posterior a la fecha en que se firmó el Pacto.. Sin duda, las circunstancias generadas e impulsadas por las ambiciones de poder de Jóvito Villalba, Rómulo Betancourt y Rafael Caldera hacían imposibles unas relaciones pacíficas con los “pacos” o comunistas como eran denominados por Betancourt.

Históricamente, las posiciones y acciones del PCV generó un distanciamiento teórico y político con las propuestas de acción de quienes serían los líderes de URD, AD y COPEI. Se trata de un ejercicio de historia crítica que debe generar un análisis más allá de los lugares comunes. Sí pensamos que la dinámica de provocación que impulsó Rómulo Betancourt para evitar un candidato de unidad en las 1eras elecciones libres después del derrocamiento de Pérez Jiménez, nos encontraremos que esas maniobras impulsaron el aislamiento del PCV y estos cayeron en la provocación de Rómulo, tal como cayeron en la provocación de Chávez los trabajadores de PDVSA y los militares de la Plaza Altamira. No debemos olvidar que los actos de provocación buscan generar en el otro una reacción mayor que impulse o incremente la conflictividad. En este sentido, las acciones de aislamiento del PCV fueron efectivas y la forma del Pacto asumió una representación profundamente excluyente en nombre de la libertad.

En 3er lugar, la instrumentación del Pacto, asume la idea de la democracia liberal, en el sentido que se otorga el derecho al voto pero no el derecho de acceso a la representación directa. Es decir, se reconoce la universalización del voto, pero no la universalización de la participación en la estructura de poder público. Los representantes deben actuar a favor de los representados. Estos últimos quedan fuera del juego político y subsumidos a sus intereses, que se asumen deben ser manifestados no directamente por los propios representados, si no por sus representantes. Este modelo es clásicamente liberal y contrapuesto con mecanismos de democracia directa que después han sido plasmados constitucionalmente.

Cuando este conjunto de historiadores, a quienes respeto, pero adverso académicamente, se dedican a relanzar las “glorias de Punto Fijo”, no hacen más que adelantar una estrategia de relegitimación de un discurso y una práctica política que ya está en desuso. La base de la discusión democrática no es la construcción del consenso, como se planteaba en las tesis políticas de los años 50 y 60, se trata hoy del manejo de la diferencia y el disenso, y ello pasa por aceptar su propia existencia. Asumir como se hace que la naturaleza humana se basa en el acuerdo es ir en contra corriente. Lo natural, lo obvio es la diferencia. Debemos aprender a vivir con ella. Por eso mecanismos como los derivados del Pacto de Punto Fijo son – o fueron- una anomalía histórica que hoy resulta imposible reconstruir. Es imposible, pues los niveles de militancia política no son los mismos. Las estructuras políticas que le dieron origen – AD, COPEI y URD- eran muy activas en ese entonces; hoy no lo son. Los nuevos partidos UNT, Primero Justicias y otros no tienen esa capacidad. Por otra parte, las condiciones de burocratismo y clientelismo que facilitaron su pervivencia, hoy no son posibles de aplicar y con ello queda desechada la convivencia pacífica basada en la explotación de la renta petrolera.

El balance no es totalmente positivo después de 50 años. El Pacto remitió o más bien sumió a la sociedad civil en un letargo y adormecimiento que costó muchísimo, hablando desde la lógica de la participación. El pacto no permitió la profundización de la democracia, como hacer juntos entre diversos y retraso el proceso de reconocimiento social de los excluidos. El Pacto facilitó un proceso de cooptación y corporativismo que impulso un enorme daño en el funcionamiento socio-político venezolano. Por ello creo que sólo en un punto tienen razón esos historiadores que impulsan la exaltación del Pacto de Punto Fijo: en que debe ser cuidadosamente revisado sus consecuencias. El Pacto arrojó una mácula de perversión sobre la clase política que aun hoy observamos, en eso debemos ser contundentes. Intentar exaltarlo es retrotraernos al pasado, y eso es ahistórico.

Dr. Juan Eduardo Romero

Historiador

Juane1208@gmail.com

01/11/2008