lunes, 12 de abril de 2010

el 4 de febrero y sus raíces históricas

EL 4 DE FEBRERO Y SUS RAÍCES HISTÓRICAS

Hace 18 años, todo el mundo en nuestro país se preguntaba que había pasado. El país había transitado de ser una de las democracias modelos en toda Latinoamérica ha ser sacudida por dos acontecimientos significativos: una revuelta popular en 1989 y un golpe de estado. En la lógica del venezolano promedio, penetrado por el status quo y las relaciones de poder hegemónica, estos dos acontecimientos eran una anomalía histórica. Sin embargo, no había apreciación más errada que esa.
La acumulación de contradicciones profundas, derivadas de la lógica del sistema capitalista y las formas políticas que adquiere habían hecho explosión. No puede perderse de vista, que el modelo de democracia representativa instaurado en 1958 se basaba en dos condiciones esenciales: 1) insistir en el consenso y 2) evitar el conflicto. Esa obsesión por la estabilidad se tradujo en la minimización de los enormes contrastes desde el punto de vista social y económico existentes en Venezuela. Eso fue posible, dado el carácter rentista de la economía venezolana. No hay que olvidar que la propia naturaleza productiva del negocio petrolero en nuestro país es profundamente rentable: hasta el día de hoy la diferencia entre el costo de producción de un barril de petróleo y su costo de venta es sumamente favorable. Sí bien, entre 1958-1973 el promedio del barril del petróleo fue relativamente bajo – oscilando entre 2,30 y 5 US$- a partir de la guerra del Yon Kippur, los precios del barril del petróleo se elevaron generando con ello que el Estado venezolano contará con recursos significativos para financiar el gasto público. Esa disposición permitió durante mucho tiempo mantener el clima de estabilidad – aparente- que tanto anhelan algunos venezolanos. No obstante, ese clima era artificial. Las contradicciones y contrastes permanecían intocables, las limitaciones del status quo a formas de participación no mediadas por los partidos históricos (AD, COPEI y URD) eran muchas. La renta petrolera no era efectivamente distribuida y el capital nacional y trasnacional se beneficiaba de ello. No se había atendido el tema de la pobreza y cuando en 1983 hizo crisis el modelo rentista, las contradicciones afloraron con mayor rapidez. Ante ello, los partidos políticos insistieron en mantener el clima consensuado a pesar de ser imposible – desde el punto de vista institucional y económico- hacerlo, pero su insistencia en mantenerse como si nada hubiera ocurrido después del Caracazo – en febrero de 1989- facilitó la manifestación de un conjunto de militares, muy lejanos del clásico militarismo que había afectado a América Latina.
Lo demás es bien sabido. Chávez, Arias, Ortiz Contreras y compañía dieron un golpe de estado que fracaso, pero yo no quiero centrar mí reflexión sobre un tema por lo demás trillado. Quiero que los lectores de esta columna entiendan – al igual que algunos militantes de la sección militar del PSUV- que su accionar tiene raíces muy profundas en el pensamiento político venezolano. Y no se trata sólo de la simplicidad de señalar las vinculaciones de Chávez con los ideales de la guerrilla de los 60. Se trata de comprender que tiene que ver con una ruptura política que se dibujo en los inicios del siglo XX. En pleno período gomecista, mucho antes de los acontecimientos de febrero de 1928, se venía gestando un proceso de maduración y cambio socio-político. En ese cambio nombres como José Pío Tamayo, Salvador de la Plaza, Gustavo y Eduardo Machado, Miguel Otero Silva, comienzan a reflexionar sobre el impacto del imperialismo en la zona del Caribe. El hecho que se diera esa reflexión en nuestro país no es fortuita: en toda el área había un clima antiimperialista que termino en la conformación de la Liga Antiimperialista del Caribe, en donde encontramos nombres como César Sandino, Farabundo Martí, Victor Raúl Haya de La Torre, Juan Bosh, entre otros. Fueron ellos, los que van a introducir la discusión sobre las posibilidades de construcción del socialismo en estos lares. Ya José Carlos Mariategui había pensado sus tesis filosóficas sobre la realidad latinoamericana y a ella, se sumarían otras reflexiones sobre el camino que venía sugiriendo Lenín – ya triunfante en Rusia- y la propia realidad latinoamericana.
Las raíces de ese camino por construir planteó una disyuntiva: 1) andar el camino de la reforma sin modificar las condiciones de explotación social y económica o 2) profundizar los cambios y construir otro modelo democrático. Esa disyuntiva, fue lo que llevó a Rómulo Betancourt a distanciarse de Salvador de la Plaza, Gustavo y Eduardo Machado, para pasar a encabezar el propio Rómulo Betancourt el compromiso de construcción de un modelo cercano a la socialdemocracia, de cuyos peligros ya advertía Rosa Luxemburgo en 1912. Esto es importante recordarlo, pues el reconcomio de Betancourt con los “pacos” – comunistas- se extendería hasta su 2do período de gobierno (1959-1963) y marcaría el proceso político hasta la llegada de Chávez. Se trata de entender que Chávez es producto de una revancha histórica de la izquierda sobre la socialdemocracia, y al mismo tiempo entender que es un fenómeno de enormes raíces históricas.

Dr. Juan Eduardo Romero
Historiador
Juane1208@gmail.com
02/02/2010

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